martes, 8 de octubre de 2013




EN EL JARDÍN DE JULIA

UNA dolencia, un alto en la rutina,
me han conducido, para mi ventura,
al corazón de tu jardín, regado
por las pasadas lluvias y el rocío.

¿No es sorprendente, Julia, cómo ocurren
los cientos de sucesos que nos pasan?
¿Quién dirá que gorbierna su destino?
Una danza continua rige el mundo.
Pero ninguno de nosotros guía
sus giros: otro es el coreógrafo
-otro, sin nombre, atroz y fascinante-,
el que ordena los pasos de las gentes
por plazas y avenidas, y sus fiestas,
y sus juegos, lo mismo que sus luchas,
o al caer de los frutos del membrillo
ante el que ahora acabo de sentarme,
sólo por ver el modo en que la luz
se filtra entre el calado de las ramas.

Y todo esto también vive en la danza:
este día a tu lado, en tu jardín,
la claridad sin fondo de este cielo
que está a dos pasos, dentro de los chopos,
apareciendo y desapareciendo
entre el temblor sin tregua de sus hojas.
Todo vive en la danza, dentro de ella,
como el azul que teje esa espesura,
Julia, y estos membrillos en el suelo
echados a perder, pero tan puros,
tan altos que su merma es toda entrega.

Se engaña quien se para ante su sombra
y dice que nacemos y morimos
solos, en la frontera de la piel.
Respiramos los años y crecemos
en el aire lo mismo que en el vientre
donde estuvimos no sabemos cuándo.
Respiro y marcho hacia otro nacimiento,
donde sé que no voy -como no vine,
querida Julia- sólo con mi nombre...


                             Maitino, 21 de octubre de 2010


                                ANTONIO MORENO 


sábado, 17 de agosto de 2013










                                   Retrato de Inocencio X
                                                                Velázquez
                                                                                                   




 

sábado, 22 de junio de 2013



              SIN ADIÓS

Qué distinto el amor es junto al mar
que en mi tierra nativa, cautiva, a la que siempre
cantaré,
a la orilla del temple de sus ríos,
con su inocencia y su clarividencia,
con esa compañía que estremece,
viendo caer la verdadera lágrima
del cielo
cuando la noche es larga
y el alba es clara.

Nunca sé por qué siento
compañero a mi cuerpo, que es augurio y refugio.
Y ahora, frente al mar,
qué urdimbre la del trigo,
la del oleaje,
qué hilatura, qué plena cosecha
encajan, sueldan, curvan
mi amor.

El movimiento curvo de las olas,
por la mañana,
tan distinto al nocturno,
tan semejante al de los sembrados,
se van entrando en
el rumor misterioso de tu cuerpo,
hoy que hay mareas vivas
y el amor está gris perla, casi mate,
como el color del álamo en octubre.

El soñar es sencillo, pero no el contemplar.
Y ahora, al amanecer, cuando conviene
saber y obrar,
cómo suena contigo esta desnuda costa.

Cuando el amor y el mar
son una sola marejada, sin que el viento nordeste
pueda romper este recogimiento,
esta semilla sobrecogedora,
esta tierra, esta agua
aquí, en el puerto,
donde ya no hay adiós, sino ancla pura.



                                       Claudio Rodríguez

 

lunes, 27 de mayo de 2013




A DIOS

Te nombré tantas veces
y ahora,
        ¿dónde estás?


Te cantaba de noche
y me dabas la mano,
y ahora, Dios de mi en mi,
te busco en cada flor
intacta de su piel

y ahora,
        Dios de mi en mi.